LA CITA
Al otro día como había quedado a la hora del ocaso me encaminé por el mismo camino a verlo desaparecer.
Tomé la calle de la Iglesia que relucía con los amarillos con que el Hermano Sol la pintaba, para seguir caminando hasta llegar al árbol que está en el medio de la calle, donde muy respetuosos le hicieron su cantero y ahí lo dejaron para no derrumbarlo.
Llegué a otra de las entradas por donde subir a la platea para ver llegar a la noche y al descanso.
También es a través de las piedras la subida, en eso estaba, viendo bien donde ponía mis pies para no resbalarme ni hacer un movimiento brusco que los resintiera, cuando un zumbido muy compacto que vibraba en mi oído se dejó sentir de mi lado derecho.
Ahí estaba como a unos cuarenta centímetros de mi cabeza, parecía el sonido de un bombardero, subimos un muy buen trecho, él al lado mío, cuando mirando de soslayo, me di cuenta que era un insecto de un tamaño considerable, en eso estaba intentando ver de quién se trataba cuando se adelanta y se para a unos pasos de mis pies.
Enseguida suspendí mi ascenso, era una de esas avispas negras con sus alas naranjas de unos cuatro o cinco centímetros, impactan cuando se les mira, por un lado sus colores constrastantes que hace que uno se quede ido contemplándola y por otro sus movimientos cuando está en el piso, rápidos y cortitos que la vuelven una especie de danzarina, con un ritmo muy original, más allá impone, merece todo el respeto, su sola presencia hace que uno se quede quieto, no vaya a ser que se asuste y ataque, no quería esas vibraciones que emanaba encima mío.
-Está bien, seguimos cuando tú quieras
Ahí me quedé en suspenso, observándola dar vueltas entre unos pastos muy pegados a la roca que ahí estaban, ni para fotografiarla, no se dejó.
Siguió volando y yo detrás de ella, para volverse a parar y yo con ella.
Varios fueron los descansos que juntas hicimos, era quien me acompañaba y me iba mostrando cómo subir esa cuesta sin hacerme daño.
Hasta que llegamos arriba donde las luces del atardecer centellaban y bañaban las plantas y las rocas.
Me detuve a absorver la escena y ella simplemente se paró, dio una vuelta a mi alrededor mientras yo ni me movía, quedé como si fuera una estaca solo mis ojos seguían su movimiento, y prestaban atención a esos contrastes con que se vestía, para luego volar hacía el lado contrario por el que íbamos.
Ya me había acompañado el trayecto más difícil, ahora podía seguir sin su custodia.
Al llegar a la cumbre del montículo, a esa piedra en donde me siento, ahí los amarillos se hacían cargo de una parte del cielo, por donde la luz se escondía.
Así el Hermano Luminoso en un mágico encuentro fue acuarelando el Cielo, con tintes de todos los colores que iban dejando un espectáculo digno de ser admirado.
En donde en pequeñas ventanitas plasmaba como se diluían los colores en lo etéreo.
Las figuras resaltadas en ese fondo de grandes misterios.
Los pequeños detalles encerraban la estética del momento y en ellos se encontraba la diferencia, si se les miraba con los ojos del corazón, esos que se abren sin prejuicios, sin espera, sino con encuentro.
Mirar la vida de forma sencilla, para de esa manera encontrar la dicha en ello, en lo cotidiano, en lo que se tiene cerca, en eso que nunca falta, que siempre está presente, que se puede acceder sin problemas ni grandes movimientos, solo es cuestión de proponérselo.
Así a través de esas ventanas que las plantas enmarcan, pequeños túneles de sorpresas se fueron abriendo.
Cautivada por la belleza que se podía encontrar en ese pequeño fragmento de firmamento que era un todo en si mismo y en esos colores que se iban obscurenciendo.
Agradeciendo todo ese embelezo que me habían regalado, haciendo que todo dentro mío se sintiera pleno, gozoso, me fui alejando llevando la mirada impregnada de la obra del Maestro que con gran destreza fue acuarelando los Cielos.
GRACIAS
MÉXICO
Te invito a visitar mi página de face
Y TAMBIÉN EL BLOG
puedes encontrar otras entradas que te interesen.
GRACIAS A TODOS!!!! SALUDOS!!!!
Casi siempre te acompaña algún animalito en tus excursiones.
Amanecer y ocaso son los momentos más bellos del día. Y es cierto, hay que saber mirar todo lo bello que nos rodea, que es mucho.
Abrazo, Themis.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Sí, pienso que los atraigo o le presto demasiada atención a hechos que otros ni en cuenta tendrían.
Tienes razón en que son los momentos más hermosos del día, más allá que al amanecer no lo alcanzo, salvo que me lo proponga y no lo he hecho. Un abrazo grande y muy lindo y sereno fin de semana
Me gustaMe gusta
Hermoso el baile de colores que ofreció el sol en su despedida y gracias por admitir la pequeña compañía de una avispa a quién condujo la curiosidad. En casa jamás las matamos pues son unas madres excelentes y muy beneficiosas para las plantas. Un abrazo.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Sí, ayudan mucho y no hay que matarlas, eso sí algunas de ellas cuando pican están bien dolorosas, por eso les tengo tanto respeto y se incomodan con mucha facilidad, cuando uno menos se lo espera ellas arremeten, son muy sensibles. No sabía lo de ser buenas madres. Gracias Carlos un abrazo grande
Me gustaMe gusta
Estimada Themis, he leído todas tus entradas, pero siempre con algo de retraso, por eso nunca comento nada.
Esta vez me puse al día, me encantan tus relatos y tus fotos y esa forma tan tuya de dejarte sorprender por todo.
Gracias por tanta sabiduría. 💛
Me gustaLe gusta a 1 persona
Hola Ruth, gracias por lo que comentas, me pone muy contenta saber que te gustan y que eres asidua lectora de mis entradas, te mando un abrazo bien grande
Me gustaMe gusta