Un rincón para contemplar
Había llegado a Zapotitlán Salinas un pueblo ubicado en el desierto de la “Reserva de la Biósfera de Tehuacán-Cuicatlán”, en México, había salido a comer, a dar una vuelta, de regreso al hospedaje el intenso calor se dejaba sentir por sus calles, los cactus por donde se quisiera eran parte del paisaje al igual que flores silvestres con sus vivos amarillos le daban su detalle de color al entorno.
-Si ahora tiene calor- me dijeron- no sabe cómo es esto en el verano, indudablemente lo podía imaginar, imposible salir en horas picos, donde uno se tiene que quedar guarecido bajo techo.
Desde una terracita que tenía el lugar me puse a observar el paisaje que estaba enfrente, ya que no quería encerrarme, a lo lejos las montañas centraban la visión, llenas de los cactus columnares, que se repetían y repetían hasta donde la visión se perdía.
Una gran explanada como cancha era parte del escenario. Colores tierra, ocres, que cuando el sol los ilumina refulgen en su dorado penetrante.
Otra pequeña iglesia, hermosa, con su campanario a un costado, donde muy seguido se veían parejitas sentadas dentro de él, construida sobre una montañita de piedras, invitaba a ir a sentarse para ver al sol descender y esperar que corriera algo de aire fresco. El descampado en el que se encontraba así lo anunciaba:
– Si va a ver algo de aire, seguro que por aquí pasará- decía con total confianza, ofrecía sus servicios, haciéndose publicidad.
Ya había estado en el lugar y subido por la pequeña montañita, ahí está, me dije a mi misma el espacio donde poder ir a sentarme en la nada y disfrutar de la salida del retiro.
Además el lugar guarda la sabiduría de un pequeño ecosistema de muchísimos años, rodeado por las casas y una hermosa iglesita creada por el hombre. Un lugarcito sin lugar a dudas dentro de la civilización, sin embargo alejado del mundo que lo rodea, en él convivía la creación del hombre junto con la Naturaleza, un lugar ideal cuando uno necesita convivir entre los dos, hay que aprender a estar en él sin dejar la vibración con qué nos llena la Madre Tierra.
Un espacio en donde se encontraba una de las pocas construcciones realizadas a la usanza antigua donde todo lo construido se mimetizaba con el entorno y pasaba a ser parte de ello, donde los seres se fundían para lograr ser parte de ese equilibrio precioso en que se vuelve la Tierra cuando el humano es capaz de ser uno con la Creación y respetarla.
Cosa que cada día desconocemos más, cada día nos vamos apropiando más de los espacios naturales para hacer alarde de las grandes “creaciones”, mostrando muchas veces una estética muy antihumana y antivida, bueno es el progreso, así dicen y hacia allí camina el futuro, hasta el día que despertaremos de este sueño y nos daremos cuenta que hemos de invertir los pasos, pues el deterioro será tan claro, tan cerca de la extinción estaremos, que tal vez salgamos de los vicios y dependencias que nos han vendido y pasito a paso vayamos viajando por un desierto de plástico, basura y contaminación hasta los inicios.
Guardar el equilibrio ahí está la sabiduría.
Allá me fui en la tarde a ver el sol descender, a sentarme entre las rocas, mirar parte del pueblo desde la altura y a mis espaldas la montaña más alta con todos sus cactus rectos cuales soldados saludando al Astro Rey que mientras se retiraba iba dejando estelas de colores que se transformaban y con su paleta de matices teñían el cielo.
La brisa empezó a correr, refrescaba, el cuerpo despertaba de su letargo. Las nubes iban desapareciendo en su presencia, como si lentamente las fuera guardando para dar paso a un cielo límpido.
Poco a poco el sol desaparecía, dejando paso a la noche con estrellas que de a una se iban encendiendo en el firmamento.
Donde el azul capri iba dejando paso al índigo, que cada vez se obscurecía más permitiendo a las luces de las estrellas refulgir más claramente en el infinito.
Una por aquí, otra por allá y otra y otra, hasta que ya sin detenimiento lo pintaron con múltiples puntos luminosos y las candilejas en el escenario de los Cielos anunciaban en la quietud de la noche el comienzo de la función estelar .
ZAPOTITLÁN SALINAS
México
CACTUS COLUMNARES: ENTIDADES DEL DESIERTO
ZAPOTITLÁN SALINAS: UNA PUERTA AL DESIERTO
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GRACIAS A TODOS!!!! SALUDOS!!!!
Bonitas fotos y manera de retratar el pueblo. Un saludo.
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Gracias, que bueno que te gustó, te mando un abrazo
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Reblogueó esto en Espacio de Arpon Files.
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Hola Arpon, claro que sí, gracias, un abrazo grande
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Es una descripción preciosa del lugar y además poniendo en valor lo natural en lo cotidiano frente al constante crecimiento que ignoramos dónde nos lleva. Un abrazo.
Las fotos son inmejorables.
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Gracias Carlos, el crecimiento ese monstruo que nos está comiendo y que la mayor parte aplauden como forma de sentirse que algo son. Un abrazo
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Así es, pero lo evidente es que el planeta no puede engordar. A pesar de lo cual parece la fórmula mágica que provee el maná del cielo.
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De acuerdo Carlos, el planeta solo puede sacudirse y sacarse la peste de encima, le llevará su tiempo, aunque cada día se ve más enojado mostrando su desaprobación, esperemos que nos detengamos antes de que llegue a la furia. Un abrazo
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Preciosidad de colores en el cielo del atardecer.
A la extinción ya nos estamos acercando pero aun tengo la pequeña esperanza de que las nuevas generaciones se movilicen, ya lo están haciendo, y consigan cambiar algo.
Un abrazo, Themis
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Pienso que de las primeras acciones que hay que hacer es dejar de consumir, cosa que no la veo clara, por el contrario, por otra parte, pedimos al afuera que solucione cuando creo que cada quien tendría que hacerlo primero consigo mismo, sin embargo la esperanza es lo último que se pierde. Un abrazo
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