ESCUELA ESQUINERA URUGUAY

EL ARTE DE LOS VECINOS: «De viaje con la ESCUELA ESQUINERA» (2)

 


CAMINO AL ENCUENTRO,
AL MUNDANAL RUIDO,
AL MOVIMIENTO.
ENTRADA
A
 OTRO
MUNDO,
DENTRO DE
ESTE BASTO
MUNDO.
UNA VUELTA POR ÉL

Era un día como cualquiera, estaba navegando cuando quien sabe cómo, ni de dónde, se me aparece una página donde publicitaban un «Taller de Lenguaje Audiovisual» en Montevideo,  en un lugar que se llamaba «Escuela Esquinera», ni idea que existía, comenzaba ese mismo día.

Algo me dijo «Ve», mire la hora y me di cuenta que si me enfocaba llegaba, así que me deshice de mi modorra característica y me obligué a prepararme para irme, pues pensar en moverme a la ciudad, cualquiera sea ella, me da como «urticaria» el desafío, es como tener que entrar a otro mundo, tan lejos del que ando, que se me dificulta.

Es algo que me descompensa, enfrentarme a su ritmo, a la gente, al bullicio, a ese ir y venir incesante de autos por todas partes, de seres como «robots» que corren sin saber muy claramente hacia donde, aunque la impresión que me dan es que quieren llegar antes a la meta, más allá que no sé si saben o son conscientes que es la muerte en última instancia quien nos espera. Sin embargo esto es otra historia.

Es tener que mover una gran energía y cuanto más pasa el tiempo sin tener interacciones sociales, alejada del mundanal ruido, la dificultad se acrecienta, lo mismo que el encierro. Se va perdiendo flexibilidad para interactuar y someterse a las frecuencias disonantes con las cuales muchas veces uno se encuentra.

Sin embargo algo importante que te enseña esta Vida es que si te quedas en las rutinas, te dejas absorber por ellas, difícilmente te sueltan, más cuando ya llegas a una edad en donde se hace más pesado mover hábitos. Cuando ya andas rondando las siete décadas dejar todo aquello que supuestamente te da «seguridad» aunque estés harto en ello, se complica y el miedo a lo nuevo puede ser un carcelero, más en esta sociedad en la que vivimos que se encarga de producirlo.

Por otra parte siempre está bien volverse discípulo, no perder de vista que el aprendizaje con otros, refresca el cerebro y el alma, hace que te enfiles en otras situaciones y que renueves los aires en el alrededor.

No sabía bien de que se trataba, ni siquiera si había posibilidad para anotarme, pero quien no arriesga no gana y quien no se atreve nunca llega.

Así que partí rumbo a Montevideo a encontrarme con la aventura , con la alegría de haber tomado la decisión, de salir sin excusas en el momento y haber dejado el «aislamiento», con el beneplácito de la vida que me iba inyectando energía rejuvenecida.

Llevaba la alegría de haberme vencido a mí misma, iba como el guerrero victorioso y por otro lado como niño que va esperando qué le aguarda la existencia, en la sorpresa que le destinó.

Era invierno, más allá que se presentaba benigno, el frío se dejaba sentir, iba a encontrarme en un viaje por otros estratos de la sociedad que ni siquiera sabía que existían, y bueno si no era para mí, lo más probable que los obstáculos florecieran por el camino y ni modo a otra cosa mariposa.

No había sido casual que se me apareciera así de repente sin buscarlo, justo cuando pensaba que  necesitaba encontrar  algo que hacer que me obligara a salir de ese enclaustramiento y entrar en relación con otros, digamos que desarrollar un poco mi ser social con mis pares y la mejor forma  que he encontrado, es haciendo cosas junto con otros que nutran al espíritu creador.

Con los niños y los  animales, mi Ser social funciona de maravilla.

Cuando llegué a la ciudad ya empezaba a obscurecer, no sabía muy bien en donde estaba ubicado el lugar, me bajé en la parada que creía más cercana y comencé la caminata.

Ya el sol descendía, se estaba haciendo la noche, apuré el paso, no fue difícil encontrar la calle, en un momento desde lejos veo una casa que sobresalía sobre todas las demás. Era ahí.

Cuando llegué el espacio me cautivó, una casa antigua alta, señorial en su sencillez y simpleza, rodeada de un jardín que mostraba enormes árboles, viejos, era como el último bastión de lo que fue una época.

Estaba rodeada de construcciones lo que la volvía aún más notoria, como si hubiera sido parte de un todo mayor que quedó protegido de la devastación y demolición,  que había arrasado con lo demás, mostraba un momento pasado, guarecía el espíritu dentro de ella.

Se veía como esos lugares que transportan, que guardan acontecimientos, leyendas, apariciones, viajes en el tiempo y que detrás de ella hay un «personaje» o varios que le fueron dando toques de distinción, que la volvieron  única, destacable, que la dejó marcada con historias de distintos tiempos, que nutren «sentires», búsquedas, encuentros.

Abrí la puerta de hierro y subí unos pequeños escalones para dirigirme a la entrada de la morada, sin embargo el jardín me llamó, me jaló hacia él, allá fui.

 

 

Un » mini bosquecillo» encerrado entre paredes, un pequeño oasis, donde la vegetación crece libre y resuelta, árboles que guardan años de historia en sus cortezas y hablan el lenguaje de la Naturaleza.

El silencio imperaba, una serie de piedras y una bañera plantada en el medio de la nada, me hicieron detenerme a mirarlas.

Un lugar para ser vivido, más si la Vida estaba mandando la posibilidad, no lo dudé después de echarle un ojo al «bosquecito» medio salvaje, agradecí el encuentro y me encaminé hacía donde estaban las oficinas.

Así comencé el Taller, me gustó el planteamiento, muy pero muy práctico y el proyecto final era la elaboración de un audiovisual que mostrara lo más posible todo lo que abarca la «Escuela Esquinera», no sólo en sus instalaciones sino «en territorio», como le llaman a los apoyos que dan en los diferentes barrios montevideanos, que han creado lugares donde se desarrolla el arte, un arte muy especial:

 

EL ARTE DE LOS VECINOS

 

Lugares donde los interesados se juntan y crean, estudian, juegan, hacen juntos un proyecto que a todos une, lo más importante de ello es la inclusión, no importa edad, raza, sexo, género, discapacidad, religión, lo que vale es crear juntos y lograr expresar y gozar del ver que aquello que podemos hacer en grupo difícilmente lo podremos hacer solos, disfrutar con otros, volcarnos a la creación colectiva como forma de salud mental, un cable a tierra para poder sobrellevar el tiempo en el que vivimos y prepararnos para los momentos inminentes que nos esperan.

 

Los árboles se visten de florecillas amarillas,
que como lluvia riegan la tierra del jardín.
Momento mágico
que crea un tapete dorado.
Si lo quieres conocer
¡Recórrelo  aquí!
acompañado por la música de chello.

 

 

 

Continuará…..

PRIMERA ENTREGA: Las Catrinas en Montevideo

 

Montevideo – Uruguay

             2017

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12 comentarios en “EL ARTE DE LOS VECINOS: «De viaje con la ESCUELA ESQUINERA» (2)

  1. Desde la primera palabra este delicioso texto está tejido con notas musicales y al final brota alegre la partitura en el jardín. Muchas gracias por compartir esta aventura urbana. ¡Leñe lo que nos cuesta descender a la ciudad! Un abrazo.

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    1. Gracias Carlos, me alegra que te haya gustado. La verdad que cuesta mucho la ciudad, más allá que después que estoy en ella, haciendo alguna actividad ya me incorporo a su movimiento y no me desagrada. Eso sí regresar al silencio y la paz se disfruta mucho más. Un abrazo

      Le gusta a 1 persona

    1. Hola Eva, sí fue todo una aventura, pues esto lo viví el año pasado, ahora estoy de nuevo en el claustro.
      Cuando lo estaba escribiendo me acordé de tí, y de las vueltas alrededor del jardín encerrado que contabas en una entrada que no recuerdo cómo se llamaba. Un abrazo grande y gracias

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