LA HISTORIA DEL RUBIO
A Rubio lo conocí un día que caminaba al puesto a comprar croquetas, galletas, pastillas, como se llame a las pequeñas grageas que se le dan de comer a los gatos, ya que en la casa en donde vivo hay seis de ellos, que tal vez en otro momento se los presente.
Estaba adelante del muro de una casa echado a la sombra, cuando me vio venir, se comenzó a incorporar, estaba ¡tan gordo!, que le costaba levantarse, se me acercó moviendo la cola y me vino a saludar.
Ahí nos quedamos unos momentos reconociéndonos y entablando amistad.
Desde ese día cada vez que pasaba se daba el encuentro, unas palabras, unas caricias, un movimiento de cola.
Un día de regreso del puesto a unas tres casas de distancia de la del Rubio, estaban tres gatitos sentados en el porche, muy derechitos, se veían graciosos, llamaban la atención. La casa en donde se encontraban no estaba habitada.
Como si hubieran sabido que venía comida en las bolsas uno de ellos dando unos maullidos se acercó más a la calle.
Quien me acompañaba amante de los gatos se condolió y fue a dejarles alimento, más allá que ellos salieron despavoridos a esconderse entre la maleza, pero esta historia de estos otros gatos la dejo para contarla en otro momento, pues no es sobre ellos que les quería hablar, más allá que todo va junto con pegado, como que a veces es difícil separar.
En eso se acerca una vecina y pregunta si estábamos alimentando a los gatos, pues la señora que lo hacía estaba enferma y no había quien lo hiciera entre semana a la hora de la tarde, que si por unos días podíamos hacernos cargo de llevarles comida pues el resto de los horarios y los fines de semana estaban cubiertos.
Allí comenzamos la plática y me empezó a contar la historia del Rubio.
Que había llegado después de un verano, que lo habían dejado tirado y lastimado, con una herida muy grande, hubo que curarlo con veterinario y cuidarlo para que se salvara, entre varios lo hicieron y se recuperó.
Desde ese momento se había quedado a vivir allí afuera de su casa en el día y en las noches tenía su residencia pegado a la de los gatos.
Un muy buen domicilio para pasar la noche y descansar resguardado de todas las inclemencias del tiempo y en el techo de sus aposentos viven los tres gatitos.
El Rubio sale a veces a dar la vuelta por las casas vecinas o también se lo encuentra en la playa cuando lo llevan a hacer un poco de ejercicio.
El Rubio es otro de los «perros del verano», que los adoptan por un tiempo y luego los dejan huérfanos, gracias a estas personas que los rescatan y en parte los separan de la calle, no pasan necesidades, ni se vuelven agresivos, sin embargo hay otros que no corren con la misma suerte.
Tomar conciencia de la responsabilidad que significa tener una mascota es imperioso en esta sociedad, donde el tomar y tirar son parte de la educación para la que fuimos programados.
Las Toscas
Uruguay
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Pobres animales indefensos, tal cual los adoptan por el verano, cómo si fueran una 🏠, suerte que se encuentran personas como tú, con humanidad!!
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Yo apoyo cuando me lo piden, en realidad la responsabilidad la adquieren otras personas, que son las que los atienden durante todo el año. Un abrazo
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Es un acto habitual, llega Navidad o el cumpleaños, y regalan un lindo cachorro, que cuando alcanza su tamaño natural es un estorbo y aprovechando un viaje el animal se abandona en cualquier curva del camino. Las zonas vacacionales son el lugar elegido las más de las veces. Incorporar un chip con su identidad parece que frena este triste hecho. Un abrazo.
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Como dices es un acto habitual y parece ser que se extiende, por lo menos aquí en la zona costera se da con mucha frecuencia, al igual que abandonar las crías. Un abrazo
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